Hace días estuve leyendo el libro “La
aventura diferente” de Cintia Fritz, madre de un niño con autismo muy
amoroso llamado Lautaro que tiene seis años.
En él describe las implicancias de criar a un
niño con esta condición, su rigidez absoluta de no aceptar los cambios, sus
crisis, su poco sueño y sus ansias orales. También sus desregulaciones
emocionales, cualquier cosa por más ínfima que sea, lo desregula hasta el
mínimo milisegundo.
Y es que, ser discapacitado/a (en mi caso lo
soy en primera persona, por eso estoy escribiendo en este blog), es un desgaste
emocional y físico, no por nosotros, sino, por la sociedad que no nos
comprende.
Y es así, como dicen muchas personas, la
“verdadera inclusión” aún en este bendito país llamado Argentina aún no existe.
¿Por qué razón? Porque se habla de ella de la boca para afuera, es
decir, no hay inclusión ninguna, la realidad es que los discapacitados no les
importamos a nadie, ya que nuestros derechos se vulneran permanentemente.
Otra cosa que hace Cintia Fritz, es
desmitificar la condición que tiene su hijo con las siguientes palabras:
“Asumir que el autismo provoca talento o
inteligencia elevada no sólo es un error; es además un desconcierto para los
padres de los niños que jamás pintarán como Picasso ni jugarán como Messi ni le
darán al mundo la Teoría de la Relatividad.
Muchos padres albergamos otras esperanzas; que se vista solo, que coma
algo más de lo que come, que llegue algún día a poder valerse por sí mismo.
Propiciar la creencia de que los niños con autismo son genios, es una manera
fantástica de sacarse el tema de encima, de llenar de mitología una realidad
bien diferente, de no informar de manera adecuada”.
Por eso, personas como Cintia y como yo, que
vivimos esta “aventura diferente” llamada discapacidad de diferentes ángulos,
queremos hacerles saber a la gente que nos lee y comparte nuestra lucha por la
verdadera inclusión e integración de nosotros, las personas consideradas
discapacitadas por esta sociedad, que tenemos días tanto buenos como malos, que
no somos “angelitos de Dios” o “pobrecitos” y que no vamos a descansar hasta
que las distintas condiciones que nos rodean estén normalizadas para todos y
que no haya discriminaciones ni capacitismo de ninguna clase.
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